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Opiniones de pacientes
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Fuí paciente durante años, pero tuve que dejar de atenderme por cómo decayó el nivel de atención: desde la secretaria hasta el médico mismo. Para empezar, todavía se maneja con turnos virtuales (cuando la pandemia ya se terminó hace rato). Esos turnos virtuales duran cinco minutos (y menos también). Si necesitás un turno presencial le tenés que explicar a esa secretaria para qué lo necesitas (la secretaria no es más que una expaciente, quien no parece que estuviera atendiendo un consultorio médico: es desatenta, indiscreta, desorganizada y por demás ruidosa). ¿Qué significa que la secretaria de un ginecólogo te pregunta para qué necesitas un turno presencial? ¿No se supone? ¡Por un dolor de juanete no va a ser! Los turnos presenciales son a dos meses, por lo menos. Una vez que estás en el consultorio tenés entre cuarenta minutos y una hora y media de espera escuchando el carnaval de ruidos molestos de esa secretaria, todo eso para que, finalmente, el médico te despache a los diez minutos porque está atrasado con las demás pacientes, una constante. Respecto del médico, su atención actual no es lo que solía ser. De un tiempo a esta parte siempre se muestra apurado, acelerado, nervioso y muy poco claro en sus explicaciones, como si quisiera sacarse a la paciente de encima. Para coronarla, ahora resulta que el seguimiento posquirúrgico ya no lo lleva el médico mismo, sino una pasante, sin permiso de la paciente y con total desfachatez, algo absolutamente intrusivo, fuera de lugar y, por lo tanto, inaceptable. ¡Hay que pedirle permiso a la paciente para meter practicantes! ¡Es un consultorio privado, no un hospital público! Nunca hubiera esperado algo semejante de este médico, me pareció hasta una burla de su parte. Fue muy amoroso hasta que se llevó la tarasca, pero después de que me operó me dejó tirada como si fuera cualquier cosa. Faltaba que me barriera con una escoba. ¡Jamás me sentí tan deshumanizada! La pasante esa que tiene ahí es la hija de un íntimo amigo de este genio, una tilinguita recién salida de la residencia quien no parece saber lo que es la empatía ni el trato digno hacia una paciente: habla como si estuviera comiendo un chupetín, es descuidada, altanera, engreída, sobradora y no respeta el pudor de la paciente, algo de lo cual esta eminencia médica está muy al tanto, porque lo ve, lo permite y hasta lo fomenta. ASÍ FUE COMO ME PERDIÓ COMO PACIENTE. En resumidas cuentas describo esta experiencia personal desde la más profunda tristeza y decepción. Realmente no me enorgullece en lo más mínimo tener que manifestarme así, sino todo lo contrario. Si es cierto que lo que natura no da, Salamanca no presta, ojalá este pope tenga la humildad de llamarse a la reflexión algún día.
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